Las Manos Salvadoras De Mi Madre



Mamacita, a mí me gusta mucho tu lindo rostro, tus bonitos ojos y tu bonita cabeza, pero no me gustan tus manos. Son muy feas.
Entonces cariñosamente, su madre le contestó lo siguiente. Una noche, cuando tú dormías en tu cuna y eras muy pequeña, se oyó de repente en toda la casa la alarma de incendios. Subí rápidamente las escaleras y encontré envuelta en llamas la habitación donde tú estabas soñando con los angelitos. Quiso Dios que consiguiera llegar hasta tu cuna y pude salvarte, pero desde entonces mis manos quedaron así.
La niña permaneció en silencio unos momentos. Después dijo: Mamacita, siguen gustándome tu cara, tu cabeza y tus ojos, pero ahora lo que más me gusta de todo son tus manos.


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