Un niño, con un sentido
comercial muy pronunciado, le pasó la cuenta a su mamá por los favores que le
había hecho.
La cuenta se desglosaba así:
- por traerte las chancletas: diez pesos;
- por comerme las espinacas: quince pesos;
- por barrer la acera: veinte pesos y
- por llevar la nota a la tienda: quince pesos.
El total que la madre debía a
su hijo era de setenta pesos.
La madre leyó atentamente la
cuenta y no dijo una palabra.
A la mañana siguiente, el hijo
encontró setenta pesos al lado de los platos de su desayuno y, debajo de los
billetes, la cuenta que la madre había preparado para él.
La cuenta decía lo siguiente:
- por prepararte el desayuno, nada;
- por prepararte el almuerzo, nada;
- por prepararte la comida, nada;
- por vestirte y calzarte, nada;
- por atenderte cuando te enfermas, nada;
- por ayudarte en tus estudios, nada;
- por celebrarte tu cumpleaños, nada;
- por llevarte de paseo y comprarte juguetes y muchas otras cosas, nada.
Total de lo que le debes a tu
madre, NADA.
Naturalmente que el hijo
aprendió lo que su madre quiso enseñarle, esto es que el
verdadero amor pide muy poco, en cambio todo lo da, no admite
egoísmos ni transacciones comerciales.
Libro: "Luces encendidas"
(fragmento)
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