Poco tiempo después se descubrió que la niña era en
realidad un niño. Detalles de la foto, revelaron una pulsera blanca de la ONU
de código T3 que ayudó a localizarlo. Kong Nyon era el nombre del niño africano
quien habría sobrevivido cuatro años más hasta que falleció de unas violentas
fiebres.
Uno de los grandes interrogantes detrás de su popularidad
fue, ¿por qué no ayudaste al niño?
La fotografía le hizo ganar el Pullitzer en el año 1993.
Carter, quien observó la escena, la fotografió.
Esperó para tomar una foto mejor: con el buitre abriendo
sus alas, pero no lo consiguió, la que conocemos fue la que tuvo que publicar.
Los observadores y críticos concluyeron que Kong era el problema del hambre y
la pobreza, el buitre era el capitalismo y Carter era la indiferencia del resto
de la sociedad. La crítica se intensificó contra él e intentó justificarse,
alegando que el niño estaba muriendo y que la tribu se encontraba a unos 20
metros de ella y que el animal esperaba su ración de comida. Hasta que al
recibir el premio el fotógrafo colaboró con los malos juicios al confesar que
odiaba la foto y que se odiaba a él mismo por no haber ayudado al niño.
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Kevin recibió grandes golpes psicológicos, la oscura
popularidad del niño que no pudo salvar así como el tormento de todas las
guerras y muertes que presenció durante su trabajo en Sudán. A esto se le sumó
la muerte de su mejor amigo Ken Oostenbroek, quien murió asesinado el 18 de
abril de 1994, mientras cubría un tiroteo en Tokoza, Johannesburgo. Se relata
que las fuertes adicciones de Carter a las drogas y su doloroso pasado lo llevó
a suicidarse el 27 de julio de ese mismo año.
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Antes de caer en el sueño eterno el fotógrafo se despidió
con la siguiente frase:
“Estoy atormentado por los recuerdos vívidos de los
asesinatos y los cadáveres, por la ira y el dolor. Por ver morir de hambre a
los niños. Por esos locos de gatillo fácil, a menudo de la policía, de los
asesinos y los verdugos. He ido a unirme con Ken, si tengo suerte.”
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