Abrid pistas.
¿Has seguido alguna vez aquellos senderos, trazados y surcados
por generaciones de pies de hombres y animales y que son como la huella viva
todavía de una humanidad que supera la historia?
A través de los prados, así como en los flancos de las
pendientes, no hay nunca una solución única, un camino exclusivo, sino senderos
caprichosos, más o menos paralelos y en cada recodo un abanico de caminos que
se abren hacia otros horizontes.
Si en un momento dado el abanico se cierra, es señal de
que el paso se hace difícil, que el sendero va a meterse en un desfiladero o a
parar al único puente de leños que atraviesa el torrente.
Pero una vez superado el obstáculo, como una flor que se
abre, se extienden de nuevo los senderos aventurados que parten al asalto de la
montaña que debemos conquistar.
De esta forma, la vida ofrece su plenitud a quien quiere afrontarla. No reduzcáis arbitrariamente de antemano la infinitud de tanteos y la multiplicidad de soluciones a los problemas complicados que nos plantea. No agravéis la monotonía de una vida cotidiana en la que el abanico de caminos se ha cerrado sobre la perspectiva gris de la calle que conduce a la fábrica. No desesperéis haciendo de vuestra vida un desfiladero de vía única, cuidadosamente rodeado de barreras, de bloques oscilantes y de precipicios, sin la esperanza de ver por fin un recodo abrirse y mostrar el abanico generoso de los senderos que suben hacia la plenitud de la vida.
Desde ahora y todas las mañanas, abrid pistas, aun cuando
no estéis del todo seguros de que conducen al collado. Cada uno según su
temperamento y sus gustos: para la oveja prudente que seguirá el camino central
trazado detenidamente, para el carnero orgulloso que tiene necesidad de mostrar
sus cuernos infatigables, para el que subir y trepar parece una finalidad funcional.
Os doy mi vieja experiencia de pastor: el ganado no sufre
más cuando se amontona en los lugares difíciles que cuando se extiende por los senderos,
calmado y satisfecho.
Celestin Freinet
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