Salí de mi casa rumbo a la oficina, desde mi coche
observaba el suelo humedecido por la lluvia y no podía evitar la rabia al
pensar que tenía que trabajar. El semáforo se puso en rojo y de pronto, como un
rayo, se colocó frente a todos los automóviles algo que parecía un bulto.
Por curiosidad abrí más mis ojos somnolientos y pude
descubrir que lo que parecía un bulto, era el cuerpo de un joven montado en un
pequeño carro de madera. Aquel hombre no tenía piernas y le faltaba un brazo.
Sin embargo, con su mano izquierda lograba conducir el pequeño vehículo y
manejar con maestría un conjunto de pelotas con las que hacía malabares.
Las ventanillas de los automóviles se abrían para darle
una moneda al malabarista que llevaba un pequeño letrero sobre el pecho. Cuando
se acercó a mi auto pude leerlo, "Gracias por ayudarme a sostener a mi
hermano paralítico". Con su mano izquierda señaló hacia la acera y ahí
pude ver a su hermano, sentado en una silla de ruedas colocada frente a un
atril que sostenía un lienzo, y movía magistralmente con su boca un pincel que
daba forma a un hermoso paisaje.
El malabarista mientras recibía una monedas, vio el
asombro de mi cara y me dijo: ¿Verdad que mi hermano es un artista? De pronto
el chico sentado en la silla de ruedas se dio la vuelta y pude leer en el
respaldo de su silla:
“Gracias señor por los dones que nos das, contigo nada
nos faltará”.
Eso me impactó profundamente y mientras el hombre-bulto se retiraba y el semáforo cambiaba del color rojo al verde, mi semáforo interior también cambió.
Desde aquél día, nunca más se me volvió a encender la luz
roja que me paralizaba por la pereza. Siempre he tratado de mantener la luz
verde encendida y realizar mis trabajos y actividades sin detenerme. Aquel día
descubrí que ante aquellos jóvenes, yo era el más necesitado, el más incompleto.
Desde aquel mismo día, nunca he dejado de agradecer.
Ahora no tengo todo lo que quiero; pero le doy gracias a
Dios por lo que sí tengo. El salario apenas me alcanza para pagar las cuentas,
pero gracias a Dios que por lo menos tengo un trabajo para ganar el sustento.
Los problemas se multiplican como por arte de magia, pero gracias a Dios tengo
paciencia y fortaleza para sobrellevarlos.
A veces creo que no podré seguir adelante con tanto
conflicto; pero le doy gracias a Dios porque cada mañana siento dentro de mi
corazón que sí puedo. Los años han ido pasando rápidamente, mi piel está un
poco arrugada, y mis cabellos se están poniendo blancos; pero le doy gracias a
Dios por la alegría que siento de vivir.
Cada día le doy gracias a Dios por los conflictos que
pude resolver, por los problemas que pude superar, por la enfermedad que pude
soportar, por el odio que se transformó en amor, por la soledad que pude
sobrellevar.
“Le doy gracias a Dios por permitir que este mensaje
llegara a mis manos y a las tuyas”.
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