"Dame, Oh Señor,
un hijo que sea lo bastante fuerte
para saber cuando es débil
y lo bastante valeroso
para enfrentarse consigo mismo
cuando sienta miedo;
un hijo que sea orgulloso
e inflexible en la derrota honrada
y humilde y magnánimo en la victoria.
Condúcelo, te lo ruego,
no por el camino cómodo y fácil,
sino por el camino áspero,
aguijoneado por las dificultades
y los retos.
Allí déjale aprender
a sostenerse firme en la tempestad
y a sentir compasión por los que fallan,
que su corazón sea claro,
cuyos ideales sean altos,
un hijo que se domine a sí mismo,
antes que pretenda dominar a los demá.
Un hijo que avance al futuro,
pero que no olvide el pasado
y que con humildad pueda recordar siempre
la sencillez de la verdadera grandeza,
la imparcialidad de la verdadera sabiduría,
la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces, yo, su padre,
me atreveré a murmurar:
NO HE VIVIDO EN VANO".
0 comentarios:
Publicar un comentario