El laboratorio de Thomas Edison quedó virtualmente destruido por el fuego en diciembre de 1914. Aunque el daño excedió los $2 millones, el edificio sólo estaba asegurado por $238.000, porque estaba construido con concreto y se consideraba que éste era a prueba de fuego. Gran parte del trabajo de la vida de Edison ardió con llamas espectaculares esa noche de diciembre.
Cuando el incendio estaba en el punto culminante, el hijo de Edison, de 24 años de edad, Charles, buscó con desesperación a su padre entre el humo y los escombros. Finalmente lo encontró, observando con calma la escena, con el rostro brillante debido a la reflexión y su cabello blanco moviéndose por el viento.
—Mi corazón sufría por él —explicó Charles—. Tenía 67 años, ya no era un hombre joven, y todo se perdía en las llamas. Cuando me vio gritó: “Charles, ¿dónde está tu madre?” Cuando respondí que no sabía, él añadió: “Encuéntrala. Que venga hasta aquí. Nunca verá algo como esto mientras viva”.
A la mañana siguiente, Edison contempló las ruinas.
—Hay un gran valor en el desastre —comentó—. Todos nuestros errores se queman. Gracias a Dios que podemos empezar de nuevo.
Tres semanas después del incendio, Edison logró entregar su primer fonógrafo.
The Sower’s Seeds
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