Voy por la playa y la miro llena de basura: la gente ha
dejado en ella latas de cerveza, colillas de cigarro, bolsas vacías de
frituras...
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Llego a un hermoso lugar en la montaña. Enormes
farallones se levantan al cielo. La gente ha manchado las altas peñas con
pintura para poner ahí nombres y fechas.
Paso por las orillas de este pequeño río. La gente ha
tirado en su cauce llantas viejas y desperdicios que envenenan las aguas y las
manchan.
Esa gente que digo no sería capaz de arrojar suciedad a
una imagen religiosa. Consideraría ese acto como un horrible sacrilegio, como
un pecado merecedor de gran castigo. Y sin embargo la misma gente tira basura
en la playa, en la montaña, en el río, y eso es como manchar el rostro de Dios.
La verdad, no entiendo algunas cosas, como esa de adorar
a Dios en una imagen y no adorarlo en la obra salida de sus manos.
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