Era en tiempo de guerra. En el momento de presentarse el enemigo y cuando ya se oía la voz de mando del capitán, un joven marinero quería lanzarse al agua donde acababa de caerse su chaqueta.
El superior se lo impedía; pero él, frenético, sin escuchar a nadie se echó sobre las olas, luchó con ellas empeñosamente, hasta que, asegurando su presa volvió sobre cubierta victorioso.
Pasada la contienda, el marinero fue llevado ante un Consejo de Guerra para que lo juzgaran por insubordinación.
Sabido es el tremendo rigor de la disciplina militar, y el pobre marinero fue sentenciado a muerte.
El presidente del Consejo, antes de leerle la sentencia, movido por una viva curiosidad, interrogó al acusado, diciéndole: ¿Por qué razón muchacho, conociendo la ordenanza, te empeñaste en salvar esa chaqueta? ¿No comprendías cuán fácilmente hubieras tenido otra?
El marinero entonces dijo con voz serena: Me hubiera sido fácil, ciertamente, tener otra chaqueta, pero en la bolsa de ésta, llevo el único retrato de mi madre muerta, y éste, mi comandante, no hubiera ya podido reponerlo nunca...
Todos los miembros del Consejo quedaron conmovidos. Sus rudos ojos de viejos lobos de mar se humedecieron y después de nueva deliberación, el presidente dijo al público: El hombre que ama a su madre de este modo, no será nunca capaz de traicionar a su Patria.
¡Muchacho, eres un héroe!
Y el soldado fue absuelto.
Francisco César Morales
1 comentarios:
Cuánto amas a tu MADRE?
El amor hacia ellas debe ser infinito SIEMPRE!
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